viernes, 13 de abril de 2012

A por el furbol. La fascinante historia de los gladiadores modernos.

En un lugar hundido en sus propios errores, lleno de juguetes rotos y caros. Donde la gente ya no piensa que es feliz, porque ya no gasta dinero, se ganó el mundial de fútbol. No ha sido la primera vez que un país deprimido hace eso, quizá, tal y como ha ido cambiando el mundo desde el fin de la política de bloques sea una de las últimas.
Para la mayoría de los periodistas este tema es tabú, posiblemente por caer en la demagogia o jugar a un juego falaz de dar a la gente lo que quiere, unas emociones en un cuadrito de cristal. Lo cierto es que en esta clase de cosas aunque a la gente se lo parezca no hay una razón de estado. Solamente es un juego. Un juego carísimo.

Estoy harto de que me ofrezcan deporte metido en una lata. El espíritu olímpico ese se muta en una competición entre técnicas dopantes más modernas y controles tan estrictos que den poder absoluto sobre quien pasa o no pasa. Tampoco me sirve el hecho de no doparse. El mundo ya no es así, cualquiera puede subir apuntado por las cámaras en un momento. No me digas que has consagrado tu vida a jugar un juego. Hay gente que pasa años sentada en una mesa aprendiendo a curar a otra gente o a solucionar problemas y a hacer herramientas. Tampoco reside este espíritu dejado atrás en la naturaleza física del deporte, en el ajedrez, por ejemplo, ocurre. Bobby Fischer tiró su vida y fue un juguete roto sin correr rápido. Todo jugando a un juego que pasó en su forma clásica, ya que es computable. No lo hagas si no es para disfrutar y divertirte, y no te quedes mirando, mucho menos a distancia.

Este ya no es un mundo para hacer juegos mientras los otros miran. Sólo pensad un momento en la decadencia del porno, uno de los audiovisuales más atractivos de finales del siglo XX que tocó techo hace ya algunos años. Es que el fútbol es el porno de la actividad física.
Ahora que todos infelices lloramos desconsolados pensado que nadie quiere nuestro trabajo, que nos van a echar y que no servimos para nada. Que nos van a abandonar a nuestra suerte y cuanta grima dan las cervecitas del bar diciendo a uno que sale por la tele a punto de que lo atraviesen ¡Viva! ¡Viva! para que al final el Caesar Augustus decida con el dedo si vive o no, en vez del pueblo berreando.


Y después de todo ¿Qué es un furbolista? Jugamos a envidiarlos, a desear sus mujeres guapas, a que como no lo merecen también podría ser yo en vez de él, que tampoco lo merezco. Bueno, pues si un futbolista es un gladiador:
- No es un hombre libre, sinó un esclavo, y si puede comprar su libertad, abandonará el juego.
- Es ampliamente deseado por las mujeres romanas, sobre todo las más ricas, que los utizan sexualmente y ya me estoy pasando tres pueblos conduciendo el ave sin programar el gps.
- Su imagen será usada por el emperador para acallar el griterío y conducir las alabanzas como un ídolo, no de barro sinó de huesos y pellejo.


No te creas que es un monstruo inmenso que te ha criado. Que ya no eres así. Es una tontería, sólo consigue una pelota, gente, y sal a la calle. Pero no a gritar con pancartas que te devuelvan la dignidad que tú vendiste tan barata porque te engañaron. Sinó a jugar a la pelota. Luego, cuando estés más tonificado, lo mejor será aprender a hacer algo de la forma más barata posible, y luego hacerlo de la forma menos barata posible.

Y cuando olvides todo esto y estés a punto de ver el fúrbol con una cerveza y berrear vamos vamos recordarás esta historia.

"Unos gladiadores circulan en un tren sin frenos. Tú lo estás esperando de pie en la vía. Todo el mundo está llorando y gritando. Ves un mostruo inmenso, te asustas y te giras. Hay una pelota fuera de la vía, te acercas y la recoges. El tren pasa con gran estruendo. Luego se aleja y se va con él todo el ruido. Te pones a jugar con la pelota. Los demás se te unen. Os alejais de la vía."

Venga y ahora a aprender. Que todas esta lágrimas son una farsa con la que nos castigamos a nosotros mismos. No soy un cabrón ni un incosciente. Hazme caso y empieza por pensar así. Tonterías más grandes hemos querido creernos todos.

Y ahora hablaré del murdial de júrgol.