viernes, 19 de septiembre de 2008

La universidad (I) (no la de la calle, sinó la de los certificados caros)

Porqué es lo que es ahora

El conocimiento en general ha sido desde la antigüedad una disciplina de custodios y especialistas privilegiados. Mucho más allá de la sabiduría popular ha habido grupos cerrados que han atesorado y ampliado conocimientos sobre como funcionan las cosas, la historia oficial y no oficial, las altas artes (las que tienen reglas, como la música), las ciencias naturales o las exactas y el conocimiento sobre las relaciones comerciales.

El acceder a este mundo de conocimiento era un privilegio. Era algo para lo que había que ser simultáneamente una persona bien posicionada en la sociedad y con una capacidad intelectual que le permitiera ser justo heredero del conocimiento.

En la antigüedad que el discípulo del sabio fuera un patán suponía que todos sus conocimientos se perdieran cuando él muriera, el falso sabio hundiría la pequeña sociedad de la aldea neolítica donde una sola persona sabía leer, latín, contar cosas y llevar el calendario. Por lo tanto, el jefe de la aldea renunciaría a que su hijo fuese el discípulo del sabio si éste era un patán con tal de que la aldea no se desmoronara. Siempre quedaba el puesto de jefe para su hijo.

Cuando el conocimiento se hizo institución la iglesia creó doctrinas para las masas y libros prohibidos para que los guardaran los sabios. Se encerró en códices todo el saber de Grecia y Roma y se hizo al pueblo ignorante de la existencia de tales conocimientos. Se fragmentó la sociedad central en pequeñas sociedades en las que el custodio del saber era el convento y, más adelante, se creó la universidad.
La universidad marcó la diferencia entre ser admitido en el templo del saber y ser el dueño del saber. La búsqueda de intelectos destacados para ampliar el tesoro de los archivos era el significado original de las becas (ahora es algo así como un vale para lograr un medio de ganarse la vida).

En el renacimiento la cultura se hizo industria y la información se volvió fácilmente duplicable con la imprenta. Ahora toda esa información que antiguamente se guardaba celosamente podía llegar a muchos sitios tras unas breves semanas de edición. Las bibliotecas atesoradas de las universidades dejaron de ser tesoros y se generalizaron.

Este no fue un paso instantáneo ni mucho menos. La imprenta permitió que el estudio, el trabajo y el ensayo fuesen cristalizando. Todos pudieron estudiar y desarrollar a partir de la base de los conocimientos de otros con el paso de los siglos.
Cuando internet apareció, ya sabíamos que todo está en los libros que escribian los sabios y no en las instituciones custodias del saber; entonces todo quedó al alcance de la punta de los dedos en un buscador, y estuvimos seguros.

"Quod natura non dat Salamantica non praestat"
Lo que la naturaleza no da Salamanca (una universidad antigua) no presta

Entre los muros de la universidad se fue criando la flora y la fauna al margen del saber. De la tuna a las fiestas. Del claustro a las influencias. Si había algo que la universidad podía proporcionar que fuese más allá de el desarrollo de la capacidad para aprender por uno mismo era una posición social, y una presunción certificada de conocimiento que era la llave de esa misma posición.

El rico siempre se ha fijado en que cosas se pueden conseguir con la riqueza, de los lujos más banales a los bienes más preciados, como la salud o la familia.
El bien del conocimiento siempre ha brillado por encima, porque la persona que lo tiene sabe actuar y hace sabio a quien lo escucha. Todos hacen caso al hombre sabio. Pero el hombre sabio siempre está en una esquina, aprendiendo.
El rico se pregunta si hay una forma más fácil, más tangible, y más llevable de ser ese hombre. Dando lo que sea necesario a cambio.

El título universitario

Así es como la institución se volvió de almacén de las palabras, de laboratorio del conocimiento a empresa. Las maderas del claustro se fueron añejando en decenas de capas de un barniz cada vez más oscuro, con el paso de los siglos. Las piedras de los muros fueron asentando y cementando en musgos y hongos y los jóvenes que buscaban o no el secreto del conocimiento y tocaban la bandurria por las noches bebiendo vino puro se convirtieron en espectadores desmotivados de un museo de los orígenes de la cultura y consumidores de ron industrial importado.

Las empresas con ánimo de lucro empezaron a desarrollar el conocimiento. No tenían compromisos, no aceptaban vagos. Hace muchos años que el desarrollo de la ciencia está al servicio del uso, la funcionalidad, y la rentabilidad. Hace más años todavía que las artes son amores baratos del que aprecia la belleza, y las obras de arte son moneda de cambio.

Pero hubo privilegios que no se le quitaron a la universidad. Mandar y certificar sobre lo que se sabía y no sabía, y el que sabía y no sabía.
Ellos te pusieron delante lo que tu tenías que aprender, por si querías aprenderlo. Ellos ponían las condiciones y ellos ponían el certificado. Y empezó a llamarse al certificado licencia para trabajar cualificado, es decir, con mucho sueldo y estatus. Facilonamente, pues no era su naturaleza.
Al volverse la universidad empresa era lógico que la empresa con ánimo de lucro se volviera universidad. Aquí es donde estamos ahora.

Ahora que todo lo que quieras aprender, por complejo que sea, probablemente sólo esté a unos pocos clicks de ratón. Ahora que ya no nos fascinamos por la facilidad para el conocimiento que proporciona internet y hemos recordado que el verdadero lastre para el conocimiento es la desidia, permíteme recordarte algo que hay que tener presente.
Puedes comprar muchas cosas, muy importantes, algunas tanto como la salud o la vida, incluso la libertad, pero, sin ninguna duda

No puedes comprar lo que tu cabeza piensa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buena frase para terminar, me gusta

es hora de actualizar!

por cierto tenemos la segunda parte del documental zeitgeist ya disponible en youtube

que siga la conspiracion!!

nacho.