domingo, 24 de enero de 2010

Veintegenarios europeos: La información nos hará tontos

La gente de veintitantos siempre ha sido la próxima esperanza del mundo. Siempre potencialmente a punto de hacer de todo, siempre con revoluciones y siempre a la expectativa.
Los jóvenes siempre con sus guerras instigadas por los mandones mayores, a matar o morir, eliminando lo que sobra, aunque con frecuencia sea nosotros mismos. Mostramos la naturaleza cruel de la naturaleza.
Las jóvenes, tranquilas, juntando cosas y dejando que la selección natural haga su trabajo, para sacar adelante la próxima generación de muñecos en blanco.

Ahora hemos cambiado, y quien sabe por cuanto tiempo continuará el status quo de imágenes de tv, ordenador, desidia, sociabilidad de drogas caras, abundante comida y poco trabajo.

Conocemos los mecanismos del poder y tenemos tanta información que podemos ver cristalinamente las mentiras de la historia. Conocerlo no nos hace poder cambiarlo y nos planteamos que es natural, que no puede ser de otra manera, y no, no puede. Antes se canturreaban cancioncillas transgresorillas, ahora podemos ver en internet más o menos la realidad de las cosas contrastando, a pesar del buscador Boomer y sus oportunas reclasificaciones de información, que, de la poca chispa que tenemos, es posible que ni sean necesarias y ni existan.

Ya casi ni aprendemos a mentir y a quedar bien como para hacer política. Las juventudes de partidos políticos se vacían poco a poco y los que están se guardan mucho de decir que no creen en los reyes magos porque quieren regalos. Ahora como mucho hacemos unos pocos arreglos sociales con los que ni le crecería la nariz a Pinocho presidente.

No hemos vivido una guerra, únicamente sabemos que no queremos vivirla. Nos guardamos mucho de meternos en esas chorradas y no dejaremos que nadie use nuestras maltrechas ganas de correr en vender material y tratados. Si nos aburrimos tenemos peleas poligoneras pero no vemos peligro porque de todas formas somos demasiado vagos.
 Somos tan vagos que si queremos hacer ejercicio vamos al gimnasio en lugar de buscarnos un trabajo físico o ir al monte de cachondeo. Y cada día hay más fútbol en la tele y menos niños en la calle jugándolo.

Mirando cosas por ahí adelante vemos los modelos de siempre de gente que sale adelante sin esfuerzo y se forra y gente que trabaja y no progresa, y como no progresa trabaja todo lo mal que puede y sin ilusión, lo que impregna todos los objetos fabricados que tenemos; feos plasticosos, poco ergonómicos, de escasa durabilidad, y que se acaban rompiendo. Así son nuestras ilusiones, como lámparas de plástico de Pikea que se derriten con una bombilla de demasiados watios.
Ante la perspectiva de escoger papel en semejante historia no tenemos ni siquiera la ilusión de que podamos acceder al mejor.
Ya no queremos que papá nos compre un buen trabajo y mamá una buena mujer. Que se gasten mucho menos en dejarnos en el sillón con nuestra comida artificial que parece que nunca hubiera formado parte de un ser vivo.

Nuestra educación es cada vez más informal y cada vez más cara. Ya no es un factor diferencial que valga la pena comprar. No es un título, porque la palabra ya no tiene el sentido original que es como una medalla de guerra dotada con una pensión vitalicia. Como ahora todo está en internet, tenemos que sacar tiempo de la pantomima del colegio y la universidad, que están para tenernos ocupados y crear cohesión social, para aprender cosas. Hace mucho que se sabe que el conocimiento gratuito y libre no crea revoluciones sinó más bien todo lo contrario, lo que somos ahora.
Hace siglos que en la parte más tranqui del mundo hay bibliotecas públicas. No es que todo fuera tan diferente antes que te hacías marxista porque después del tochón del capital no te quedaban ganas de tragarte la barra de pan de Adam Smith. Es simplemente que ahora con internet picoteamos de todo y un poquito a diario, después de nuestros 10 minutitos de gloría pornográfica, ahora gratuita. Como dormir, que también es gratis y le gusta todo el mundo.

Reproducirse. ¿No se suponía que el sexo era para eso?  Para que nos apeteciera. Son conceptos que toman caminos de conceptualización social tan divergentes que ahora podemos tener a un niño de unos 11 años consumidor habitual de porno y que saca muy buenas notas en naturales en el cole y que si le hablas en ese tono que trata de estimular su madurez puede que diga: ¡Los niños se hacen follando! Vaya, ni me había fijado, no será así siempre ¿No?

Nuestro mayores llegan a pensar, indignados, que a alguna gente no se le debería permitir tener hijos (por su poca aptitud, falta de dinero, bla bla bla) ignorando que la reproducción no es un proceso social, sinó fisiológico.
Y luego tenemos a la iglesia, intentando desesperadamente mantener el morbo, la culpabilidad, y que el aborto se mantenga siendo una aventura corriendo sobre cuchillas, como el aborto de antes, el tradicional.

Ya ni nos fabricamos ni nuestro propio Dios humano, introspectivo, y con reglas que hay que cumplir. El que es vengativo, como tú mismo, cuando no le haces caso, y que en la trascendencia te premia con algo mejor que un instante de tiempo que es tu vida. Sabemos que cuando rezas, simplemente te estás rezando a ti mismo. Así que lo obviamos, todo.
Las religiones tradicionales son una etiqueta chic para tu espíritu bañado en desinfectante de hospital que no corre riesgo de infección por unos aprovechados movedores de mitos.

Ni esperanzas de posguerra y malos tiempos que se volverán mejores. Ni tiempos de dictadura que se volverán libertad para disfrutar a tope insultándonos en plan parlamentario y llenándonos la boca.
Volamos libres en nuestros sueños de 10 horas al día por encima de todo eso.

Lo que hay inmediatamente ahora es falta de trabajo y oportunidades para desempeñar los oficios tradicionales que hemos aprendido en la fp y la universidad. Esperamos un nivel de vida irreal en el que cada pareja debe comprarse una casa y que la hereden sus hijos. Todo esto como si, manteniéndose el nivel de la población constante, hicieran falta más casas, como si la gente no se muriera y las dejara libres.
Tenemos unas expectativas que caen, del desarrollismo y la época del Baby Boom. Época de la cual sólo quedan nuestros padres que envejecen y fábricas obsoletas que cierran poco a poco por la legislación laboral garantista que garantiza nuestro paro a razón de 45 días por año dormidos en nuestro sillón. Y es que en los trabajos basura no salen a veces las cuentas ni para desplazamientos, mucho menos para independizarse

Veintegenarios. Ni pacifistas ni guerrilleros, ni aprendemos ni nos pagarán por haberlo hecho (es tan barato).
Ni vicios ni virtudes, ni caseros ni inquilinos. Nuestros proyectos duran de la hora del café a la cerveza de antes de cenar. Nos vemos mañana, que mis padres me esperan para cenar. Ya hablamos por internet.

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