viernes, 8 de agosto de 2008

Las prostitutas de local vistas por un pipiolo

Esta es de la clase de temas de los que la gente se suele evadir dándolos por supuestos, o con dobles sentidos; o vacilando a los más jóvenes con varias frases de dudosa sabiduría tales como:

"La profesión más antigua del mundo", a ojos de un niño varón suena a algo así como a mal endémico, porque nosotros de pequeños jugamos a la guerra y a pelear de mentira, aún antes de que nos salgan pelos y ganas de matar (o de ligar).
De pequeños los telediarios con sus muertos nos asustan mucho, no como las pelis porno que nos hacen mucha gracia. De hecho, existe la figura del niño cachondo, que, en vez de destruir cosas como es normal, pone a muñecos en posturas de un juego sexual paleolítico.
Lo único que quiere decir la frase es que los varones siempre nos hemos saltado el cortejo para la cópula a través de la entrega de bienes o bonos.

"Las mujeres más baratas, las putas". Ya, muy evidente y fácil de entender, pues no.
Porque los niños piensan que si algo no tiene precio asignado es que lo puedes coger y listo, que es gratis; como el agua de la fuente, como la luz del sol, como mear, como oir, como hablar y como dormir. Un niñito aun se acuerda de que aprender a hablar es difícil, pero no por eso piensa que sea caro o algo hipotecable, es que simplemente supone esfuerzo. Luego están los niñitos de 14 y sus ligues, y los padres que a los 21 años del niño están completamente hartos de los ligues esos. Y que a los 25 lo patean de casa para que se pague las putas.

"No te fies de las putas, que son muy traicioneraaaaaaaaaaas...". Es tu mamá, que te dice que no te fies de las mujeres que no sean ella. Ya que al no haberte parido, no tienen opción a sentirse orgullosas y/o responsables de ti, y a saber que querraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan. En fin, cosas del matriarcado. La opinión de Hacienda es que las prostitutas no pagan a la seguridad social. Ello no es bueno ni malo, es vacuamente "alegal".

Después de una pequeña intro a unos mínimos retazos del maravilloso mundo de la hipocresía social sexual estamos listos para meternos al tema:



Tus amigos "cañís salidorros de vuelta" te llevan a un sitio oscuro y con música muy moña, pero las tías son demasiado simpáticas.

Como hombre sospechas que allí se esconde algo muy bueno y que te hará evolucionar en el sentido de "el mundo gira alrededor del eje de mi pirulo de fresa", pero eso no hace más que ponerte aun más nervioso, si cabe, como cuando vienen los reyes con 4 años, que es cuando descubres los ansiolíticos mayores como la tila con anís.

Entonces, si es que has pasado la prueba del carnet a la entrada ¡¡¡Eh, cabroncete!!! (y no eres uno de esos vírgenes a los 40 del postfranquismo, u otros ismos, que hay muchos), te da cuenta de que lo único que hay son chicas de tu edad, pero que, a cualquier hora del día, están bien maquilladas y depiladas, y con poca ropa, además de provenir de cualquier otro país excepto uno que tenga una renta por persona superior a la del país donde tú te encuentras.
No te explicas como puede ser semejante festival, pero no eres lo bastante inocente - La pasta, imbécil - te dices a ti mismo, y entonces todo posible misterio conspiranoico queda aclarado dentro de tu cabeza, que se debate entre la más profunda erección y el trágame tierra.

Tu primera trampa te la tienden tus amiguetes, evidentemente las prostis no pueden, ya que si te rozan el paquete lo más mínimo, tu acudes raudo a comprobar que no te han robado el prepucio, o, en su defecto, tu fresón sin pepitas, o, en su defecto, por el acojone efecto tortuga, tu cartera de Quicksilver con cinco pavos para calimocho en el bar juvenil al que pensabas ir.
Tus coleguis ponen sobre tu hombro la espada de Damocles con un "Te invitamos tío". OK, o follas bajo presión (donde va a faltar presión es en el martillo neumático) o te llaman hombresesual, como si los hombresesuales no follaran (o les invitaran).
No profundizaré ni con fuerza ni con lubricidad en que métodos se utilizan para escapar de esa situación, pero casi todos llevan alcohol y dosis inhumanas de autocachondeo, resignación, o mentiras pornodosas concentradas con copas el triple de caras.

Y miras a tu alrededor para centrarte.
Están los seguratas de la puerta, que piensas que deben ser los únicos que quieren entrar en el sitio que defienden al acabar la jornada, o los camareros, que darían para un libro de Jean Paul Sartre con ese paseo de cazadoras y borregos empalmados; y las limpiadoras, que se procura que se vea que no trabajan allí, de eso.

La fase de aceptación

Tu creias que ibas a entrar en una especie de laboratorio de fotografía de luces rojas, de esos de antes, a trabajar con productos químicos como concentrados de alcohol, jabón, espermicida o imágenes en negativo y en blanco y negro de la gente; y te encuentras como con un IKEA o un Corte Inglés del sexo y las relaciones heterosexuales ¡¡¡ Con lo acostumbrado que estás a la sociedad de consumo que coño de miedo !!!

Ahora puedes fijarte de una vez en lo que motiva todo este tinglado.

Las prostitutas, rameras, meretrices, golfas, mujeres, trabajadoras del sexo

Tu desconfías mucho de esa actitud profesionalmente amable, pero no sabes muy bien si se la has oído a otras personas que te intentaban vender algo o a otras chicas de por ahí.
Tu actitud se relaja progresivamente, sobre todo por el hecho de que el contacto es completamente buscado por ellas y no sientes ninguna necesidad de planearlo o dosificarlo, en fin, comportarte como un gato cuando tu eres un San Bernardo con tu barril de whisky y tu cara de bobo enorme.
Tan expertas son en el contacto, que las Magdalenas podrían sujetarse a Jesucristo crucificado aunque ni llevara cartera o cinturón en los pañales. Aunque esquivarían la lanza, claro, a buenas sabiendas de de que lado venía.
Si les preguntas ellas te remiten a vidas normales. Evitan lo tópicos de las dos tonterías que te salen de su país; o no, si eres un licenciado en putas como don Joaquín Sabrina, que apestas a tópico, alcohol, farlopa y a enchufe psudoprogre, amén de haber hecho ya el patético con la generación de las madres de ellas.
Y mienten, mienten muchísimo, mienten como putas. Es decir, mienten como un niño con la pelota en la mano al lado del jarrón roto.

Pero no todo es bueno, porque siempre está el peligro de la estafa, de las falsas promesas, del amor plastificado que pretende durar y es sólo esperma en un torbellino del retrete. Del robarte cuando estás borracho. El peligro de la confesora indiscreta por mala praxis.
Tu siempre lo tienes por delante cuando tu consciencia lo permite. Ella, al ver tus credenciales de pipiolo, piensa en horarios absurdos, piensa en los pocos días que tiran, 20 que se olvidan, y otros pocos de invalidez natural.
Piensa en todo lo que entra, lo que tu no ves. Puede llegar incluso a olvidar lo suficiente como para ser tu dulce puta.
Y si te lo crees, asciendes de pipiolo a iluso.
Como de esta vez digas que los reyes no existen, que es el dinero, no habra otra oportunidad más.
Cuando veas por la nacional uno de esos carteles de colores chillones, acuérdate siempre.

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